Siempre seremos para alguien la persona adecuada que conocieron en el momento equivocado.

Eso es lo que siempre hemos escuchado, nos encanta disfrazar la verdad, hacerla más dulce y llevadera, pero las verdades limpias se curan más rápido que las envueltas de falsas ilusiones.

Es como una herida, por mucho que escueza, siempre hay que limpiarla antes, dejarla en carne viva y así en un proceso de tiempo, a veces más largo, otras muy rápido, cicatrizará.

Sin embargo, cuando cubrimos estas verdades con falsas esperanzas, ilusiones inútiles, juegos de palabras y poesía barata, es como esa herida que no nos atrevemos a limpiar, por que al primer momento escocerá mucho más, preferimos taparla con una gasa y que sin mirarla vaya curándose. Así únicamente supurará, seguramente se infectará, y esa mierda putrefacta envuelta de cuentos de hadas y palabrería jamás llegue a cerrarse simplemente la sumaremos a la lista de heridas que ya ni sentimos pero ahí están, siempre soñaremos con lo que pudo ser y no fue, por que claro, éramos la persona correcta en el momento equivocado.  Siempre arrastraremos la mochila de lo que ahora somos por que no fuimos, sumándole nuevas mochilas, de nuevas historias, hasta llevar a cuestas una enorme montaña del país de nunca jamás. 

Si aprendí algo con las bofetadas que da la vida, es que campanilla no existe, que los polvos mágicos se echan en la cama, que si has de llorar, llora, chilla, desahógate, que aguantando lagrimas solo te ahogas, que si te has de cagar en todo, cágate en todo y más, pero sobre todo, todo eso hazlo en tu cuarto donde nadie lo vea, que aunque todo el mundo lo haga, si te ve alguien pensará que has perdido completamente la cabeza, nadie quiere recordar cuantas veces habrán actuado igual. 

También es importante que como todo, en su justa medida y tiempo, nadie ni nada vale tanto como para llorar eternamente, eso también se aprende con lo que la vida da. Así pues llora, pero tampoco mucho, que los excesos no son buenos, lávate la cara, suénate los mocos, ponte esos tejanos que tanto te gustan, unos taconazos que rompan el ruido de la calle, ¡por que aquí estas tú!. Y déjate ya de historias de quinceañera “de que si no era el momento…”. La persona correcta es correcta por todo, esta en la distancia correcta, ni demasiado lejos como para que sea insoportable no verla ni demasiado cerca como para aborrecer su compañía, el momento correcto, la hora del día correcto, y todo es lo adecuado para ser aquí y ahora.

Con el tiempo uno debe aprender a ser egoísta, hoy por mi, y mañana también por mi, y puede que si eso, pasado mañana ya hablaremos de ti. Que nacemos solos, y los ataúdes son de uno, por que solos morimos también.

La vida esta hecha de a uno, para uno y de nadie más, es un camino que pocas veces va recto, y otras veces puede que a este se añadan nuevos, caminos con etiquetas llamados amigos, pareja, el amor de mi vida que al final es de unos días, o el rollo de verano que al final es para años, lo importante es que todos estemos de acuerdo con esas etiquetas para señalizar, por eso de ahorrarnos mal entendidos y confusiones sentimentales, que si algo nos enseñaron de pequeños es a pintar sin salirse de la ralla, y con los sentimientos igual, si no quieres un suspenso, colorea sin sobrepasar el limite. Y al final, lo más importante a tener en cuenta es que si alguien se une a nosotros, es para sumar, de forma reciproca y correspondida, por que la vida ya es suficiente jodida como para andar restando. Y si algo se ha de restar que sean las penas, se han de dividir los disgustos y multiplicar las alegrías.

Que tal y como están los tiempos, confundimos privilegios con costumbres, hemos sustituido el oro por el miedo como moneda de cambio y el mayor regalo es la confianza, la fe, la ilusión y la esperanza, pero recuerda, en su justa medida.